Algunos creen que por tener experiencia en estos juegos se conoce al dedillo los entresijos; pero qué va. Aun a día de hoy me sorprendo con cada uno de ellos porque mi camino de baldosas amarillas tiene una característica: nunca se repite una baldosa. A simple vista parecen iguales pero con
detenimiento se aprecian un sinfín de matices.
Sin duda, la
sensación que más mariposas crea y no siempre se desata igual es la que hace
sentirme poderoso asumiendo el control. Un simple detalle o gesto, puede
cambiar mucho la percepción de un juego y por ello las sensaciones; incluso
dentro de ese gesto, hay un sinfín de detalles que pueden provocar muy
distintas sensaciones, según cómo juguemos. Con ese revoloteo de sensaciones
tan dispares y a la vez armónicas, devoramos nuestra inocencia dejando las
buenas formas en el rincón, consiguiendo que tu cuerpo se abandone a mi antojo,
sintiendo ambos que la mente vuela en una tormenta de emociones.
Incluso repitiendo el
mismo ritual, la postura, el instrumento o el número de azotes, las sensaciones
no se repiten. La incertidumbre conocida, la comodidad incómoda, el goce
doloroso, la ternura violenta, la dominación amorosa, la protección rigurosa,
son algunas de las sensaciones que experimentamos tú y yo a medida que jugamos
y aun conociéndolas nunca se repite ni la forma ni la intensidad de las mismas.
Todo ello hace que ambos no dejemos de sorprendernos y disfrutemos como si del
primer juego se tratase.
La realidad es que un
juego no será dos veces igual, ni en sensaciones sentidas ni en emociones
perseguidas. Haciendo de cada paso en el camino, todo un juego divertido,
sorprendente e inigualable.
El Muro