Esta es una historia real, producto de un acuerdo consensuado entre las personas involucradas. Deseosa de llevar al límite duro su fantasía da rienda suelta a las sensaciones. No apta para personas suceptibles.
La Historia:
Mucha gente me ha pedido que escriba sobre mi experiencia en cautiverio. Y si bien me he sentido bastante cómoda publicando fotos y contando pequeñas historias en las descripciones de las fotos, la experiencia está todavía muy cruda para mí. A pesar de que no soy cercana a mis captores, lo siento como algo muy íntimo, como algo que no quiero compartir con nadie más que con ellos.
¡Pero…! A mí me encanta escribir y hacerlos partícipes de mi vida ha demostrado ser muy útil para procesar algunos de mis sentimientos. Me gustaría compartir un poco de mi historia con ustedes, mis amigos… y mostrarles algo de lo que significó para mí lo que pasé durante esas 30 horas. No voy a entrar en demasiados detalles sobre el fin de semana, pero lo que voy a tratar de hacer es explicar algunas de las sensaciones y algunos de los desafíos que enfrenté. Cómo me sentí entonces y cómo me siento ahora.
La semana pasada fui secuestrada y encerrada en un pequeño cuarto durante un período de 30 horas por dos sádicos que sólo había visto una vez antes. Había sido planeado durante varios meses y aunque sabía lo básico de lo que iba a ser mi cautiverio, sabía poco de los detalles y confiaba en ellos para que me llevaran tan lejos como pudieran sin quebrarme por completo.
Durante mi cautiverio, me dieron poca comida y me mantuvieron despierta mediante luces estroboscópicas y música fuerte o sonidos horribles. Me golpearon sin piedad y sin previo aviso. Me torturaron con electricidad, ahogamientos, me violaron y humillaron.
Estaba avergonzada, profundamente avergonzada.
Me decían apodos denigrantes, me dejaron encadenada al armazón de la cama sin colchón. Tenía frío, estaba sola y lloraba. Me interrogaron, golpes de nuevo. Rogué para que se detuvieran. Me vertieron agua con hielo en la cara. Me quedé en mi propia suciedad, ahogada en mi propia orina. No tuvieron piedad ni mostraron afecto alguno. No fue fácil, no fue divertido.
Pero fue una experiencia poderosa. Me cambió.
Al principio tuve miedo. Durante mucho tiempo no vi nada, mis captores nunca me hablaron, sólo me golpeaban sin descanso, nunca me dejaron saber cuándo estaban o no en la habitación. Eventualmente me quebraron.
A través de la humillación y la tortura, ellos me llevaron de un lugar de miedo a un lugar de aceptación, un lugar donde comprendí mi destino. Yo era de ellos para ser usada y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Para entonces ya había sido degradada a algo menos que humano. Quedé en una jaula hasta la putrefacción. Ya no sabía qué hora era, qué día era. Mi cuerpo ya no era mío.
Yo trataba de mantenerme en una sola pieza. Un trozo de ropa, un pedazo de pan, cualquier cosa para no hundirme más allá de la realidad.
Pero ellos lo tomaron todo… el pedazo de pan, lo arrebataron de mis manos. Mi ropa, rasgada de mi cuerpo y cualquier momento de intimidad… denegado.
Y esa fue la parte más dura para mí. No los golpes o la tortura, la violación o la vergüenza… fue la crueldad.
Mis captores apenas permitían un momento para respirar de la tortura en curso. Cuando me administraban el agua, mantenían mi mandíbula abierta, forzándome a beber más de lo que necesitaba.
Al ser golpeada, me agarraba de una pierna, para no perder el equilibrio; sólo para ser pateada lejos. Me fue dada una manta por un tiempo, solo para quitármela luego, pero fue dejada suficientemente cerca como para verla.
Me obligaron a acostarme temblando del frío. Cada golpiza era difícil, cada nueva tortura era más exigente. Les dije que haría lo que ellos quisieran, ellos respondieron que ya lo estaban haciendo.
Rara vez me hablaron, sólo para amenazarme, interrogarme, o para decirme lo vergonzosamente puta que era.
Y tenían razón. Yo era vergonzosamente una puta sucia. Porque yo quería todo de esa experiencia. Yo quería acostarme por primera vez en una pila de mi propia suciedad. Yo quería ser humillada, violada hasta correrme una y otra vez sólo para tener el condón sucio en la cara.
Ansiaba tanto el toque humano que yo esperaba que fueran a violarme, porque eso significaba un nivel de cercanía humana que necesitaba desesperadamente.
Me encantó la degradación, la vergüenza. Yo estaba constantemente empapada. Cuando algo especialmente atroz iba a pasar, ellos se encargaban de comprobar y sentir mi deseo: riendo y asqueados por el pequeño juguete sucio.
Pensando sobre lo que podía ser ese fin de semana, creí que iba a estar aburrida durante los tiempos entre torturas, debido a que hubo muchos momentos en los cuales no pasó nada.
No estuve ni cerca. Bastante pronto empecé a quedar en un estado de trance cuando me dejaban sola. El llanto finalmente paraba y mi respiración se calmaba. Mi consciencia se perdía, hasta el punto en que hubo ocasiones en que mis captores se alcanzaron a preocupar porque no me movía en absoluto.
Y no pensaba en otra cosa que en ese instante. Esa habitación, ese momento.
No pensaba en las cosas que me acababan de hacer. No pensaba en mi casa o mi perro o mi vida fuera de esas paredes. Rápidamente las paredes se convirtieron en mi única realidad, la cama de alambres en mi nuevo hogar. La única cosa que realmente pensaba era en qué momento volverían y al principio me daba miedo, no quería que volvieran porque sabía que me iban a hacer daño.
Pero lentamente eso cambió. Empecé a esperar desesperadamente que volvieran porque los necesitaba. Yo quería mostrarles que podía ser buena y tal vez podría incluso tocar a uno de ellos o complacerlos en lo que quisieran… Tal vez me dejarían tocarlos.
Al final de todo, me quedé por mucho tiempo boca abajo y sin moverme. Como fuera que ellos me dejaran, me quedaba en esa posición. No quería enfadarlos, quería mostrarles que podía ser buena…
Estuve ahí tirada durante mucho tiempo y de pronto se hizo la luz y alguien entró a la habitación a decirme: “eres libre”.
Y luego se fue.
Y me quedé ahí, fría, tiritando, sola. Finalmente libre.
Pero no me podía mover.
Una breve nota al margen: Esta fue una experiencia muy poderosa, horrible, sexy, sucia y maravillosa para mí. Creo que sigo lidiando con eso, pero no siento sino calidez en mi corazón hacia mis secuestradores. Me dieron exactamente lo que quería (y mucho más) y soy muy afortunada porque estaban dispuestos a hacer realidad el sueño de este pequeño y sucio juguete sexual. Así que sí. Gracias.
Historia original: https://fetlife.com/users/1769826/posts/3345837
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El Muro