Sí, ya. Todo de lo que hablamos acaba resultando ser “un
pilar fundamental en cualquier relación BDSM”… Básicamente porque todo son
distintos aspectos de lo mismo y están todos tan íntimamente interrelacionados
que no es posible unos sin los otros. Y de hecho, es así en cualquier tipo de
relación, sea bedesemera o no, de pareja, familiar, de amigos, de negocios,…
Pero aquí hablamos de relaciones BDSM, que para eso es un blog del tema.
Las relaciones BDSM en cualquiera de sus posibles versiones
y variaciones (D/s, Sm, larga duración, encuentros ocasionales, pareja,
múltiples, abiertas, cerradas, acuerdos para bondage, o lo que sea) requieren
un importante ajuste entre sus miembros de las necesidades, deseos y
expectativas de cada uno de ellos, ya que el éxito de la relación está en que
ambas partes se complementen y todos encuentren lo que buscan y desean de forma
satisfactoria. Si no hay una comunicación fluida y exhaustiva, ¿cómo hacerlo?
El dar por entendidas las cosas, el presuponer que el otro
piensa lo mismo que yo sobre cómo va a discurrir nuestra relación, qué vamos a
hacer y qué no, bajo qué parámetros… puede llevarnos a descubrir, cuando ya es
tarde, que hay importantes incompatibilidades entre nosotros. Que nuestros
irrenunciables y nuestras limitaciones no cuadran, que no buscamos lo mismo.
Tal vez hablamos mucho de cosas que nos emocionaban o nos ponían a cien, pero
nos dejamos temas en el tintero que ahora suponen un importante obstáculo, y
ahora resulta que “es que esto no era lo que yo creía que iba a ser…”.
Entonces llega la frustración, los desengaños, la
desilusión, los reproches…
No vale aquí el “todo el mundo sabe que cuando se dice tal
cosa, quiere decirse…” ni cosas parecidas. No basta con decir “todo será muy
SSC”. Hay que hablar, hablar de todo lo que podáis imaginar, llamando al pan
pan y al vino vino. Y después de hacerlo, hay que pensar en más cosas que
puedas imaginar y hablarlas también.
La sutileza, la retórica y los adornos están muy bien para
algunos momentos, son también fórmulas de comunicación, más románticas o
poéticas y alimentan ciertos aspectos de muchas relaciones, pero para construir
y luego mantener una relación, no podemos fundamentarla en poesía. Hay que
COMUNICARSE mucho y bien. Y por desgracia el comunicarse de forma asertiva no
es una habilidad que generalmente las personas dominemos y ejerzamos de forma habitual.
.
En ocasiones, en una relación D/s, un mal entendido deber de
acatamiento de la parte sumisa respecto a los deseos y órdenes provenientes de
la parte dominante, genera una incomunicación que acaba siendo letal para la
relación. Tal vez menos frecuente, pero igual de peligrosa, es la suposición de
que la parte dominante es todopoderosa y no tiene dudas, ni nada que deba
comunicar y compartir con sus sometidas.
Por muy estricta y protocolaria que sea la relación que
hayáis elegido mantener, siempre debe haber una vía para la comunicación. Tiene
que haber espacios y momentos para que se puedan plantear con sinceridad las
necesidades de todos los implicados, para que los desajustes y problemas sean
conocidos por todos, puedan solucionarse de forma constructiva y sea posible
continuar avanzando. El “yo mando y tú obedeces”/”yo sólo estoy para obedecer
sin hablar”, no sirve de nada cuando uno de los miembros de la relación no es
feliz, por mucho que se haya acordado previamente un intercambio de poder más o
menos intenso.
Las personas sumisas SI tienen necesidades, deseos,
problemas,… y deben encontrar en la relación la satisfacción real de ellos o la
cosa no funcionarán.
Y la parte dominante, además de tener también necesidades
más allá de empuñar una fusta, NO es adivina. No es verdad eso tan bonito de
que con ver el palpitar de tu piel y mirar el profundo de tus ojos va a saber
qué necesitas en cada momento.
La comunicación no verbal es importantísima, pero no puede
sustituir la eficacia de cien conversaciones transparentes y sin tapujos.
El Muro