Cristales de Sal.
2.-
Papá y el tío Miguel me consentían mucho y de ellos aprendí la técnica de la manipulación, bastaba que lanzara una cuantas lagrimas o un leve berrinche infantil para ser atendida con esmero y esta practica la transite hasta la adolescencia, siempre manipulando a todos a mi alrededor aprovechando estar convertida en toda una princesa.—Isabel, si dejas de llorar y le das un abrazo a papá te traeré un lindo regalo.—O el tío Miguel que me decía. —Isabel deja el escandalo, vamos ven y siéntate aquí, en mis piernas, te llevare a comer ricos helados. — Efectivamente yo los complacía en una especie de silencioso intercambio comercial que me proporcionaba buenos resultados.
Mi niñez fue feliz rodeada de muchas atenciones y cariño, hasta que las cosas comenzaron a salirse de control a medida que iba creciendo. El día que cumplí diecisiete años, ya convertida en una atractiva adolescente; alta con una figura muy bien proporcionada y desarrollada como mujer, mis amigos del colegio me decían con frecuencia que era muy bonita y algunos pretendían que me convirtiera en su novia, pero nunca le di importancia a esos detalle sobre todo por temor al tío Miguel quien a través del tiempo se fue transformando en posesivo y celoso. Justamente el día de mi cumpleaños numero 17 en la noche hubo una sencilla celebración con música y pastel. Papá y el tío disfrutaron de una botella de ron supuestamente famosa y añejada, lo cierto fue que el tío se paso de tragos exigiéndome hasta el cansancio que antes de ir a la cama me vistiera con la dormilona que él me había regalado. Así que ya finalizada la reunión le obedecí cuando todos ya estaban en la privacidad de sus dormitorios.
Sin pensarlo mucho y a fin de complacerlo me dirigí al cuarto del tío Miguel para mostrarle como me quedaba la dormilona que era de tela suave y alegre color con algo de trasparencia. Aproveche un momento antes de dormir y silenciosa me dirigí a la cocina para beber agua ya que hacia calor aquella noche, cuando llegue a la puerta del tío Miguel, este por descuido la había dejado un poco abierta, quedando sorprendida, por que desde dentro se escuchaban quejidos, lamentos, sollozos, como es de suponer la curiosidad lleno mi mente así que con extremo cuidado lentamente abrí la puerta para ver que ocurría y quede impresionada.