Asteria {maestro látigo}
Sólo tú sabes cómo excitarme. Sólo tú sabes qué me gusta. Sólo tú sabes cómo hacerme perder el control. Sólo tú sabes qué hace revolverme en el placer. Sólo tú me haces llegar al clímax. Sólo tú puedes hacerme mezclar sentimiento con carne. Sólo tú sabes qué palabras me excitan. Sólo tú sabes qué espero.
Sólo tú conoces mis secretos. Sólo tú conoces mis deseos más ocultos. Sólo tú conoces mis más profundos defectos. Sólo tú sabes sacar las mayores de mis virtudes. Sólo tú me das confianza. Sólo tú me la puedes quitar.
Sólo tú me sabes domar. Sólo tú me sabes controlar. Sólo tú sabes abrirme o cerrarme. Sólo tú tienes el poder.
Sólo tú. Tú.
Arkadia {mi señor}
Comparezco ante ti con la cabeza gacha y con ojos implorantes de castigo. He tenido miedo y he escapado, en esta era lamentablemente es muy fácil hacerlo para los cobardes, y yo lo soy. También es cierto que hay que ser valiente para volver sobre los propios pasos y agachar la cabeza cuando corresponde, como es en este momento mi caso.
Mis miedos pasan por caminar sola y libremente, mi miedo es equivocarme y que no haya quien me diga que lo he hecho mal, mi miedo es que no haya nadie a quien le sean indiferentes mis tareas y me obligue así a trabajar con rabia y con ahínco para en algún momento destacar por el verdadero esfuerzo. Mi miedo en definitiva, soy yo en soledad; otro de mis miedos y a la vez de mis pasiones es cambiar.
Maestro, a menudo me pregunto si sirvo para algo o si por el contrario sólo es que no quiero servir para nada. También podemos imaginar que en esos mundos sueñan con un mundo como el nuestro. Maestro, por imaginar también puedo fantasear con alguien que tape los huecos de mis miedos y que me haga sentirme un poco más agradecida de tener los pies sobre la Tierra. Quiero mucho a quienes me rodean, pero ellos no saben hacerme sentir agradecida, no por falta de esfuerzos sino porque yo no soy como ellos, no les culpo. Soy tuya, ahora lo sé.
Maestro, he pensado mucho, te admiro aunque siento que apenas te conozco, te tengo miedo por desconocimiento, te quiero por aquello que me has mostrado y te respeto por lo que sé y por lo que no sé. Ahora me arrodillo ante ti y te ofrezco mis muñecas para que me tomes como esclava, porque en dos meses me has sometido sin una sola palabra, tómame y átame fuerte porque no quiero poder escapar. No me creo digna y mucho menos capaz, pero espero que la fortuna me sonría.
Hoy me someto a la voluntad de mi Señor, con fe en lo que me es desconocido y con la confianza de que va a hacer de mí mejor persona. A pesar del miedo, a pesar del orgullo de una niña caprichosa, se me puede observar a los pies de mi amo. Y es él y no otro porque cumple todas las características que admiro y deseo para mi, tiene un carácter fuerte y firme con el que quedas embelesada porque riega cada una de sus palabras con amor y convicción; explorador nato de conocimientos, territorios y experiencias. Así lo veo yo.
Me gustaría poder decir que todo aquello que me mande lo voy a acoger con alegría y devoción, lo que creo es que acabo de adquirir unas obligaciones que en muchos casos no quisiera hacerlas porque “no van conmigo”, pero las cumpliré porque son su voluntad y él tiene la obligación de saber qué es lo mejor para mi; entonces, después de realizarlas es cuando sentiré la alegría, alegría de haber satisfecho a mi Señor y alegría propia de haber superado un obstáculo. Y poco a poco iré levantando la cabeza para poder mirarme al espejo y no quedar espantada, y si algún día a mi amo le place, podré ser dueña de mi misma con la tranquilidad de saber que mi amo me ha enseñado a no hacerme daño propio.
Debo postrarme, es mi primera obligación y tengo inquina, aunque no la puedo razonar. Lo hago, por amor a él y por amor a mi.
Maestro, mi Señor.
Compártelo:Soy de Argentina y tengo 20 años :)
No aguanto más...
Abro los ojos y estás ahí, observando en la ventana...
Con esa sonrisa ligera, no alcanzo a ver tu mirada. Tan sólo esa barba, la espalda ancha y en tu mano un cordón de calzado.
Despierto de mi trance y escucho el sonido de la puerta, intrigada y nerviosa, decido abrir y eres tú... imponente, formal, de corbata y con ese cordón entrelazando las manos, sonríes y... dices, ¡Te he visto!...
Sonrojada, imaginando que aquello no fue mi mente, que estabas ahí, en la ventana, observandome.
Respondo, co como?.
Dices, si, te he visto!!!, se lo que deseas, se porque lo haces, y se que te gusta que te observen.
Mis piernas tiemblan, algo extraño que no puedo controlar, que no puedo detener, recorre mi cuerpo.
Puedo pasar?, dices.
Claro!, digo con nerviosismo.
Desnuda!!!, dices.
Qué?, respondo.
Desnuda te vi, Sucu.
Qué?, cómo pudo ser?, me vio!!!, siento curiosidad por saber que más observó, será que alcanzo a ver...
Te vi completamente, no podrás ocultar nada. Esa prenda que llevas puesta es necesaria?.
Mi cabeza explotara, que pretende?, a qué a venido a tocar mi puerta?, por qué mis pezones sienten frío, por qué su porte es tan imponente, por qué tiemblan mis piernas?, que es lo que deseo? Y qué es lo que el quiere de mi.
Uhm... Si?... respondo.
NO!!!Y no deberías avergonzarte de tu desnudez, esas caderas anchas, tus curvas que se confunden en las sombras y la luz, esos senos prominentes, cómo globos que quieren explotar, esos pezones grandes, piernas tonificadas y tu culo de azote.
Cu... culo de azote?.
Si!!!
Me encanta tu figura prominente, abierta al placer, a la lujuria, deseas ser poseida. Lo sé, he visto tu alma, la quiero para mi. Quiero que mojes tus bragas al escuchar mi nombre, que tiembles al darte una orden, que gimas cuando lo pida, que vistas como deseo, te quiero desnuda, quiero tu piel, tu sexo, tu mente...
LA VENDA: La venda es un símbolo de confianza y de entrega ciega. Es el respeto y el control del amo sobre las acciones de la esclava, ya que es dueño absoluto en ese momento y es responsable de su sumisa, en sus manos está la ciega confianza de su esclava, que espera sin saber qué va a hacerla.
EL LATIGO, LA FUSTA: Son los instrumentos que más veneración despiertan en la sometida, vehículos del castigo y el gozo, símbolos de autoridad y dominio del amo. Un dominio consentido por la sumisa, que en el ritual de iniciación entrega por su propia mano a su dueño estos instrumentos, y con ellos su completa sumisión a sus deseos.
LA CADENA, LA CUERDA: Las ataduras simbolizan la total sumisión, quien se deja atar, se pone por completo en manos del amo. A veces en la iniciación se suele atar las manos de la sumisa con ataduras simples, o con una cadena fina, que puede ser rota con facilidad, al igual que basta la palabra de la sumisa pidiendo ser desatada para finalizar una sesión. Se entrega por voluntad propia, y es libre de marcharse. Algunos usan la fina cadena de plata para atar las manos de la sierva en su rito de iniciación. No es el grosor la que retiene la sumisa junto al amo, sino la pureza de la entrega, noble como la plata.LA MASCARA: Despojada de lo más elemental de su identidad, su rostro, la sometida se siente como un objeto a merced de los deseos del amo. Para la sierva, la máscara oculta emociones, miedos, sentimientos... para mostrar al sumiso que su entrega está por encima de sus emociones. Tiene que dar lo mejor, para ser digno de su aprobación.
LA MORDAZA, LA PALABRA: El uso de la mordaza requiere confianza entre amo y esclava. Si bien escuchar sus dudas, sus miedos, sus anhelos... A veces el silencio de la sumisa no indica que se sea un excelente amo...también se calla por devoción y respeto. Un buen amo ha de saber oír a su esclava, hasta cuando calla.
LAS BOTAS: Estar literalmente a los pies del amo, ser tan solo digna de besar sus pies... Suelo recordar a mi sumisa que no es preciso el uso de botas para pisotear su rebeldía y su orgullo. Próximo y con los pies en el suelo, cercano a su sierva para atenderla y enseñarle el camino.
Bajo el efecto de ella...
Después de inhalar en la ventana esa escencia afrodisíaca y con los sentidos alerta: olfato, gusto, tacto, oido, vista múltiplicados al cuádruple, las sensaciones eran más intensas... sumergida en la oscuridad de la noche, sólo alumbraba la majestuosidad de la luna llena, reflejando con sus brillosos destellos mi cuerpo, que se escabullia entre sombras y luz.
La cortina abierta y tú observandome desde la otra ventana, apenas veía tu sonrisa pues la oscuridad te envolvía.
Deseaba que me observaras. Me recoste sobre la cama, tome aceite y lo empecé a gotear por mis senos, abdomen, brasos, piernas, muslos, esas gotitas ligeras que abren los poros de la piel para estar lista a nuevas e intensas sensaciones.
Deslice mis dedos sobre mi cuerpo lentamente, haciendo masajes circulares, desde el cuero cabelludo, cuello, abdomen, muslos, piernas, lento, mi cuerpo se arqueaba en cada tacto, en cada presión leve, un pequeño gemido se escapaba, deseaba tocar mis senos, tocar mi clítoris pero era muy pronto para eso...
Imagine aquel hombre que me observaba por la ventana, transportarse a mi alcoba y colocarme la mordaza en la boca, apretarla y decir, ¡Quieta!... recorrer mis senos con sus dedos, jalar mis pezones, estirarlos, hacerme gemir y pinzarlos, pinzarlos fuerte.
Vendarme los ojos e inmovilizar mis piernas, recogidas y muy abiertas, expuesta mi vagina a su juego.
Recorrerme con la fusta delicadamente y posteriormente, pequeños y ligeros azotes en los pezones mientras tira de las pinzas, y me dice... "¡Serás mía!"... mientras me cuelga de las pinzas y mis pezones se estiran, continúa recorriendome con la fusta hasta tocar mi clítoris y azota con un golpe seco, pero ligero.
Húmeda sedienta, jadeando, salivando, mis babas llegan a mis pezones, mi vagina desea ser penetrada. Pero juegas conmigo, sonries y dices... ¡Aún no!...
Tomás un guante de látex, sabes como me pone el látex... Mmmm... lo lubricas y das ligeros masajes en la entrada de mi ano, poco a poco, siento como se dilata y te pide más, lo introduces un poco más y se contrae, entonces, te detienes, sientes la presión de las paredes del ano esa contracción involuntaria que te impide continuar, entonces, te detienes y lo mueves un poco, circularmente.
Dejas un hielo en mi clítoris por unos segundos y lo retiras, mi cuerpo, arqueado, gimiendo, estremecido, no puede más, te desea... entonces aprovechas el momento para introducir aún más, el dedo, mi ano te pide más, desea más, así que sacas el dedo y me penetras con un dildo... lo dejas allí... y...
Me dices... !quién es tu amo ahora!?... No lo digo, te torturo, me torturo, no quiero que el placer termine, no quiero un orgasmo que finalice la tortura placer pero mi cuerpo lo exije y sabes que no me correre sino lo digo, me torturas.
No aguanto más...
Abro los ojos y estás ahí, observando en la ventana...
A la muchacha:
La sumisión se ha practicado entre personas desde el amanecer de los tiempos. Se sanciona en escrituras y filosofías religiosas; ha sido el hecho más notable de la vida para mucha gente en esta tierra. La esclavitud es una condición humana.
El castigo de tu señor es un símbolo de interés y de preferencia por ti, sumisa. Anhelar a tu señor y sus días de castigo es una experiencia que demuestra una voluntad madura. Dedicas tu mente y tu cuerpo a tu señor y a su voluntad. Muchacha, no te entregas a una causa, no lo haces ni por dinero o gloria. Hay una semilla que empieza a crecer en ti.
La ceremonia
Esta ceremonia es importante. Hay que ir a ella convencida y resueltas las preguntas y las dudas con tu señor. Con este rito te entregas a una persona que será tu señor por un tiempo convenido. Antes de someterte debes entender que el cambio de tu estado actual al de sumisa será profundo y te afectará. El contrato no puede ser roto durante ese periodo y puede ser renovado o no a su finalización.
En la mesa se fija una vela encendida sin ninguna otra luz en el cuarto. Se coloca en frente el regalo. El señor está quieto a un lado de la mesa, la muchacha frente a él. Ella tiene los brazos caídos a lo largo del cuerpo y muestra las palmas de sus manos a su señor.
El consentimiento de ella
Señor: ¿Vienes aquí por tu propia voluntad libre?
Sumisa: Sí, vengo libremente.
Señor: ¿Aceptas libremente que te someterás a mi hasta la medianoche del día X del mes de X y del año XXXX?
Sumisa: Sí, soy desde ahora tu esclava hasta entonces.
Señor: ¿Juras solemnemente por todas las cosas que me darás cuanto pida totalmente, sometiéndote sin trabas a mi disfrute de ti durante ese tiempo?
Sumisa: Sí, lo juro por todo, mi señor.
Señor: Repite estas palabras: Juro solemnemente someter a tu voluntad, mi corazón.
Sumisa: Juro solemnemente someterme a tu voluntad, mi corazón (toca su pecho y toca el de su señor), mi mente (toca su frente y la de su señor) y mi alma (toca sus labios y luego los de su señor). Juro solemnemente obedecerte inmediatamente, sin reserva y sin vacilación en lo que me pidas. Juro solemnemente parecer hermosa a tus ojos, sonar graciosa en tus oídos.
(El señor levanta la barbilla de la esclava, que echa los pechos adelante)
Señor: Soy tu señor.
Sumisa: Eres mi señor.
Señor: Soy tu amo.
Sumisa: Eres mi amo
Señor: Soy tu dueño. Eres mi sierva. Eres mi esclava. Tu cuerpo es mío. Sirves mi voluntad. Tu boca es mía. Sirves mi palabra. Tu sexo es mío. Sirves mi placer.
Sumisa: Eres mi dueño, soy tu (el nombre elegido), soy tu esclava. Mi cuerpo es tuyo (la sumisa abre los brazos y lo deja en el aire en forma de T), mi boca es tuya, mi sexo es tuyo. Tu voluntad es la mía. Tus palabras son órdenes. Sirvo a tu placer.
(Después de esta declaración, el señor puede dar una palmada a la muchacha en la cara o la otra parte de su cuerpo y ella baja los brazos)
Señor: Ahora que he tomado la posesión de ti para el período, llevaré tu regalo como símbolo de todo lo que deseo gozar en ti. (El señor coge su regalo que la sumisa le ofrece con dos manos). Dame tu flor, símbolo de tu sometimiento (la sumisa da su flor y se arrodilla ante su señor, con las manos a la espalda de ella. El señor deshoja la flor, pétalo por el pétalo y la sumisa mira caer los pétalos). De la misma forma que he hecho uso esta flor, hago uso de ti. Ahora desnúdate. (La sumisa se quita la ropa y los adornos y vuelve a arrodillarse ante su señor, las manos unidas detrás de ella y las piernas levemente separadas).
(El señor fija sus condiciones)
Señor: Viniste desnuda a mí. (El señor pone en el cuello de la sumisa el collar del dominio). Lo usarás siempre que te lo ordene. (El señor coge la venda negra y con ella tapa la boca de la muchacha). Hablarás cuando lo ordene. Tu cuerpo está para mi placer. Muéstralo. (La sumisa alza sus caderas ofreciendo su sexo). Mi voluntad penetra las barreras de tu cuerpo. Ahora póstrate ante mí. (La sumisa de rodillas pone la cabeza en el suelo). Soy tu señor. No aceptarás más señor y sólo a mi me rogarás que te posea. (Pone un pie sobre la espalda de ella como símbolo del derecho de pernada).
El final
La sumisa ofrece al señor la posibilidad de azotarla, lo cuál hace éste o no, a su voluntad. La sumisa elige el instrumento de azote: fusta, látigo, toallas, las manos… Tras los azotes, el señor pone una cadena al collar de la sumisa y la conduce al lecho. Allí le quita la mordaza y con ella le venda los ojos. Es atada a la cama. El señor decide si dar o recibir placer. Puede hacerlo el tiempo que desee o hacer sencillamente un gesto ritual. Termina la ceremonia cuando la sumisa baja de la cama y se abraza a las piernas de su señor.
Cosas para el rito
Una mesa de altura normal.
Vela, blanca.
Regalo de sumisa a su señor: algo que la muchacha elige ofrecer porque simboliza la esencia de su sumisión.
Collar auxiliar y cadena (no unidos).
Azote, fusta o toalla no muy grande.
Consolador.
Venda negra para los ojos (colocada junto a la cama).
Vendas o cuerdas (atadas ya a las cuatro esquinas de la cama en la preparación).
Flor roja que la muchacha lleva como símbolo de su entrega.
Es deber de la muchacha asegurarse de que todo lo necesario está listo.
La muchacha
Vestido
La muchacha debe vestir con ropas donde deje claro que ella está ofreciendo su cuerpo a su señor y deben complacer su gusto. Ella debe perfumarse con cuidado. Vestirá al señor si él así lo desea.
Comportamiento general
La muchacha se comporta con humildad, sin ocultar sus partes sexuales a su señor. Su voz debe ser baja pero no un susurro y ella mantiene la cabeza baja en actitud de sumisión. En ningún caso puede corregir a su señor.
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¿Qué haces? ¿qué no harías? Aquí tienes el test para saber tus límites
La sumisa encara la forma correcta de ejercitar cada tarea desnuda con la mayor naturalidad ante su Maestro. La desnudez del sometido ha de ser total : corporal, mental, y espiritual.
Es importante que una persona sumisa aprenda a sentirse cómoda desnuda; a unas les humilla, a otras les da rubor, otras disfrutan… pero las sumisas sabrán que es una obligación que complace al amo y demuestra su disponibilidad a sus deseos.
La desnudezPrescindir de las prendas de ropa interior, para estar en disposición de ofrecerse; pensar siempre como sumisa y con atención a lo que el maestro desea. Pensar siempre que un amo orgulloso de la educación, docilidad y obediencia de su sometido, tiene el control absoluto sobre el cuerpo de la sumisa, y por ello puede disponer de él para disfrutar mirándolo o mostrándolo a otros, ayuda a enfrentarse al aprendizaje sobre la desnudez con mayor energía a pesar de que el exhibicionismo no sea una cualidad propia de la naturaleza especifica de su sumisa.
Todo se aprendeTanto en su presencia física, como cuando no se puede dar; cuando hablan por teléfono, chatean, etc. la sumisa acata las órdenes de su Maestro sobre como presentarse ante él, cada maestro puede tener gustos propios.
Para inculcar en la sumisa la disponibilidad, el Maestro le impondrá ejercicios y pautas de conducta y comportamiento que debe observar en todo momento, aunque con dependencia de la oportunidad o la situación, puedan ser modificadas en momentos puntuales.
Lo adecuado es mostrarse siempre desnuda ante el Maestro, esté presente físicamente o por Chat, mensajes de mail, el teléfono, etc. Completamente desnuda, si por algún motivo de importancia no fuera posible, (situación familiar, enfermedad, clima) al menos sin ropa interior y con las piernas abiertas, en señal de disponibilidad. Se puede completar la desnudez mediante el uso de cámara web o mostrando al Maestro fotografías o grabaciones de vídeo de su sumisa obedeciendo las órdenes recibidas, los “deberes” realizados o cualquier actividad que pueda agradar a su Amo.
Acostumbrarse a la desnudez puede resultar complicado al principio si se comparte casa y no se conocen los horarios de cada persona que viva en ella, es imprescindible controlar los momentos en que se pueden efectuar los ejercicios para el Maestro con tranquilidad y concentración, si se tiene la precaución de tener siempre cerca un batín o algo que permita cubrirse, los problemas derivados de ser sorprendida dejarán de ser un obstáculo.
EjerciciosComenzar por permanecer una hora seguida desnuda haciendo las tareas cotidianas es adecuado, se irá ampliando el número de horas y momentos, adoptando costumbres nuevas en cuanto a la forma de dormir, (desnuda siempre) por ejemplo. Si no hay problemas para vivir desnuda, un ser sumiso debe permanecer así en su casa en perfecta disposición de obedecer al instante las órdenes que puede recibir de su amo en cualquier momento.
El EspejoEnsayad ante el espejo, mejorad la postura, controlad cada día más la gracia y la desenvoltura al adoptar las posiciones básicas de espera, humillación, servicios concretos. Prueba a controlar el lenguaje corporal, diviértete haciéndolo, juega… sé una puta viciosa, una dama o un perrito faldero para tu amo, un criado, etc. La sumisa crecerá en seguridad al poder ejecutar correctamente cualquier cosa que el Maestro le demande. Verse reflejado en un espejo en actitud y postura de sumisión, ayuda a que el sentimiento se vaya afianzando en el sometido.
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