Aquel día que el frío invadía la carne de aquella presa herida y la muerte se acercaba a pasos estrepitosos invocándola hacía el sueño etéreo... sus latidos lentos y su mirada emblanquecida... Con su último aliento... Abrió su hocico e imitó un ligero gemido de dolor... sus lágrimas brotaron de sus ojos... Estaba pérdida, a puertas de permanecer eternamente en otro mundo... Navegando en la oscuridad, sin ningún deseo de recuperar la vida....
Había perdido la esperanza... Y estaba perdiendo la vida...
El lobo equilibrado, no soportaba la idea de perderla. Así que, la llena de cuidados. Regurgita el alimento que caza, calma su hambre de su propia boca, bebe ligeras gotas de agua que deja caer en la seca lengua de su presa, le canta al oído, le cuenta historias de lobas indomables, fantásticas, poderosas, la defiende de la oscuridad, de los peligros de las bestias carroñeras que sólo esperan sustraer su carne putrefacta y hedionda, la cobija con su calor, con su pelo, día a día, noche tras noche.
Ella empieza a tomar fuerzas pero aún se encuentra demasiado débil. El lobo equilibrado vislumbra una pequeña luz amarilla que sobre sale de su presa. Es un ligero destello que se refleja en el agua. Recuerda la leyenda de las lobas indomables que tenían el poder de curarse así mismas cuando olían y saboreaban las acciones de protección. De alguna forma, en su ADN se activaba la autosanación. Cuando el lobo equilibrado recordó aquella leyenda, pensó que su presa tenía también un poder que ella misma ni siquiera había descubierto. Su "don" estaba muerto. Yacía en ella, esperando ser activado. El lobo equilibrado se preguntaba sí con sus mimos y cuidados, ella estaría a salvo y de alguna forma se daría cuenta de su poder.
Pero ella estaba incompleta, aquel guía de vida la había herido sin intención y sólo los 4 lobos juntos podrían fortalecerla. Cada poder que poseían aquellos, era su fuerza. Tenía sólo uno y le hacían falta tres. Se debilitaba....
Continuará....