En la edad media muchas mujeres de riqueza tenían "exclavos de lengua" qué servían cada vez que sus maridos no estuvieran.
La idea de solo sentarse en la cara de un hombre les permitía experimentar algo de placer, pero permanecer fieles a sus maridos.
En la antigua Persia "Las Sillas Reinas" fueron elaboradas para acunar la cabeza y el cuello del hombre en caso que fuera llamado a servir a muchas mujeres, o si la mujer involucrada necesitaba un servicio más largo de lo habitual.
Las mujeres se sentaban en las sillas y se tapaban con sus grandes vestidos había un agujero donde se sentaban y estaba la cara del esclavo.