La espera como siempre el sitio acordado, entre las sombras de la habitación de un hotel ya que ambos tienen vidas separadas de ese oscuro mundo llamado amantes, él es un exitoso hombre de negocios, casado y con una hermosa hija adolescente. Ella por su parte también tiene un trabajo y una reputación que cuidar, ya que tiene un esposo y tres hijas que jamás entenderían porque su madre fue capaz de engañar a papá, sobretodo de la manera particular que ellos tienen de entregarse ese placer que el paso de los años y la rutina les robó. Un cigarro y un vaso de whisky acortan la espera, entiende que hay cosas que pudieron haberla detenido pero él ama la puntualidad. El comunicador de la habitación suena y de la recepción le indican que la mujer a quien espera llegó y que se dirige a los ascensores. La espera en la puerta y al ver que su figura se acerca con pasos sigilosos pero seguros, se para en medio del pasillo y le dice: “Moría por verte”. Ella con su mirada al piso responde: “He esperado este día con ansias, no sabe cuán difícil se me ha hecho soportar la angustia de esperar a tenerlo en mis brazos”. Se detiene frente a él pero sin levantar la vista y con las manos a los lados espera un gesto de ternura; él toma su barbilla y levanta su rostro, la mira a los ojos pero ella huye de esa penetrante mirada, no por miedo, sino porque no recibe el permiso de aquel hombre para mirarlo. Le dice: “No tienes que esperar a que te permita mirarme, puedes hacerlo. Además, me encanta la luz que se enciende en tus ojos cada vez que estamos juntos”, besa sus labios de manera suave y la lleva de la mano a la habitación. Al cerrarse la puerta, la toma de la cintura con esa fuerza que a ella tanto la enloquece y apega su frágil cuerpo al de él; como un loco la besa sin dar tiempo casi a respirar, sabe que tiene que ser cuidadoso con la ropa ya que no puede haber sospechas de que estuvo con alguien más, delicadamente la desviste haciendo que ella se desespere porque él sabe cómo tocarla, sabe cómo encender su pasión y hacer que su cordura se rinda a la lujuria de esas manos que la excitan al recorrerla. Ya sin nada más que hacer, se entrega por completo a la voluntad de aquel hombre dominante y se dispone a ser usada como un juguete sexual pero no en las manos de un niño sino en las manos de un experto amante que es capaz de solo un par de minutos hacerla sentir que vuela a aquel lugar donde está guardado el absoluto placer reservado para ella. La lleva a la cama en donde aún sin quitarle la ropa interior y como un animal en celo se lanza sobre ella para recorrer con su boca cada espacio de su cuerpo, ella nota como su pantaleta se pega a su entrepierna por esos fluidos cálidos que su vagina hace escurrir; cada caricia que ese hombre le regala es como si un metal caliente marcara su piel, no queda espacio de piel sin recorrer, los besos y las caricias forman en ella un sinfín de gemidos que se hacen ensordecedores. Separa sus piernas para que sus manos se paseen libremente por esa humeda vagina y probar con sus dedos el delicioso sabor que le regalan esos fluidos. Él se quita la corbata para atar las muñecas de ella, se quita el cinturón y golpea los cueros con fuerza, ella se estremece; le gusta esa sensación pero más le gusta como el cuero del cinturón de su hombre golpea sus muslos y sus senos. Desliza el cuero del cinturón desde las caderas a los tobillos; ella se retuerce esperando el primer azote, se desespera; anhela esa muestra de cariño de aquel ser que la lleva al extasis. Él la hace sufrir en la tensa espera y sus labios exclaman: "¡Amo, por favor, azoteme!". Puede percibir el deseo de su Amo y vuelve a exclamar: "Le suplico que lo haga!". Con una maliciosa sonrisa en el rostro azota sus piernas cruzando de lado a lado, dejando una marca que se enrojece al frente de esos firmes muslos. La observa con detenimiento porque lágrimas rodaron de los delicados ojos de su amante. "Mi Amo no se detenga" -le dice, "es parte de ese bendito placer que me entrega, no son lágrimas de dolor, sino de placer mi señor" -le dice. La coloca de rodillas con el torso abajo, dejando sus nalgas expuestas y preparadas para recibir certeros azotes de aquel cinturón hábilmente usado por el dueño de su lujuria. Cada golpe es una muestra del amor que ese hombre le tiene y ella al recibirlos gustosa demuestra la entrega total y la confianza depositada en aquel que la complace y sabe que no la dañará. Con sus nalgas flageladas y marcadas ahora siente como la mano grande y gruesa de su Amo sigue las curvas de ese delicioso culo, no para castigarla sino para acariciarla y sentir las marcas que dejaron su cinturón. Por sus piernas destila ese delicioso liquido que sale de su vagina, él lame los muslos de su amante sumisa mientras ella se retuerce de placer y se pierde en ese limbo infinito de lascivia y perversión. Con una precisión milimétrica con su lengua mueve a un lado el diminuto calzón de su hembra, poco a poco recorre toda esa vulva con labios hinchados e inundada por ese torrente de fluidos pero esta vez no contenidos en la ropa interior sino desviados y saboreados por ese pervertido Amo que tan bien sabe dominarla. Cada vez que ese exquisito clítoris es envuelto por la lengua de su amo sus gemidos se hacen más intensos y se vuelven intermitentes porque es como si el aire se vaciara por completo de sus pulmones. De pronto algo que ella no espera, la habilidosa lengua de su hombre sube desde la entrada de su vagina hasta su ano, aquellas manos grandes separan sus nalgas y con la misma intensidad que en el clítoris esa lengua se mueve y la hace gemir extasiada, siente como la saliva tibia moja su apretado agujero y éste poco a poco se dilata y se abre al tacto de esa cálida lengua. Muchas veces ha sido transportada a la gloria de esa forma pero esta vez es distinto, esa sensación que no sabe describir hace que su vientre se spriete, es como si calambres fuertes la invadieran en la pelvis, casi sin respiración y con la última fuerza de su ser exclama: "¡Metame su verga por el culo mi Amo!". Siente algo de vergüenza pero desaparece al sentir como la cremallera del pantalón baja y ese grueso e imponente falo se resbala entre sus nalgas. Acomodado en la entrada de aquel anudado agujero empuja con suavidad, se toma de las imponentes caderas de su amante y la embiste con delicadeza, ella siente que lágrimas de dolor salen de sus ojos y son acompañadas de gemidos un poco indescifrables. Lentamente ese pequeño ano se amolda a la grosura del miembro de su hombre, la embiste con suavidad tomado firmemente de sus caderas hasta hacer de sus movimientos mas rápidos y cortos; el placer se hace indescritptible en ella hasta el punto de ser elevada una vez en la lujuria y el desenfreno de un extenso orgasmo que por primera vez siente en ese desvirgado agujero. Cae exhausta, casi sin aire pero dispuesta a seguir dando placer a aquel que puso un collar en su cuello y la tomó como su propiedad, aunque no pueden estar juntos por sus vidas paralelas que viven con su familias, ella le pertenece, eso su propiedad y está dispuesta a dar su último aliento con tal que él se satisfaga. La despoja de su sensual calzón y ya completamente desnuda ante los ojos de su Amo, se arrodilla en el piso y con sus manos extendidas acepta todo lo que la mente perversa de aquel hombre maquine con tal de sarisfacer la sed de su lascivia porque sus apetitos sexuales se descontrolaron y no puede ninguno de los dos detenerse. Simplemente con una mirada ella sabe que tiene que tiene que acercarse como gata en celo hasta el y meter su miembro en la boca y chuparlo como nunca antes lo ha hecho, le gusta sentir como su dueño la toma del cabello y enreda sus dedos en ellos para que lo haga más rápido. No importan los calambres ni queélu saliva caiga por su barbilla y siga por sus senos, ahora solo importa que el Amo quede satisfecho y orgulloso de su sumisa. Los ojos del Amo se cierran y gemidos cortos salen de sus labios, acompañados de un temblor en sus piernas que se vuelve intenso, desenreda los dedos del cabello de su amante sumisa y me dice que lo haga despacio, quiere disfrutar al máximo la sensación de explotar en la boca de su amante sumisa. Retorcido de placer y con un gemido intenso estalla en esa delicada pero apeticida boca, la toma con sus manos de la cabeza y hunde su miembro hasta el fondo de la garganta de ella, siente como el aire otra vez de sus pulmones pero no quiere liberarse sino sentir que salió hasta la última gota del semen de su Amo y embriagarse al beberlo completo. No separa su boca del miembro de su hombre hasta sentir y ver que se va poniendo flácido poco a poco, semen escurre de su boca el que se mezcla con su tibia saliva, se ayuda con los dedos para no perder ni una sola gota de tan delicioso líquido obsequiado por su amo para su placer. Se coloca de pie con la ayuda de ese hombre y van juntos a cama, donde él la abraza y parece que sus huesos se rompen al ser estrechada con tanta fuerza, pasan las horas y ninguno de los dos quiere moverse porque tendrán que esperar una semana más para verse y solo quieren aprovechar el tiempo o simplemente ya no dar rienda suelta a la lujuria a escondidas en un cuarto de hotel
El Muro