Si ya en la sociedad general puede parecer en ocasiones complicado identificar situaciones de maltrato o abuso hasta que no es demasiado tarde, dentro de la subcultura BDSM la cosa se complica más como consecuencia del discurso del “pensamiento mágico” sobre las relaciones D/s, que apunto ya, en mi opinión nace principalmente de internet.
Uno de los problemas para identificar estas situaciones en la sociedad general se encuentra en el sistema de creencias: mitos culturales, roles sobre el género y educación sexista (esto es, en la violencia cultural y estructural de la sociedad) que asignan los roles sociales a interpretar para cada sexo, lo que se espera de cada uno de ellos y lo que considero la mayor trampa de todas: el mito del amor romántico.
Y si en la sociedad general se complica por lo anteriormente dicho, en la subcultura BDSM este hecho se ve amplificado. La subcultura BDSM (y repito, esencialmente en su vertiente D/s y especialmente en el discurso internáutico) también genera un – falso – discurso sobre los roles (Top/Dominante – bottom/sumisx) que construye una violencia cultural y estructural propias de nuestra subcultura que en apariencia parece complicar más la identificación de situaciones de abuso. Si bien, netamente no podemos decir que la subcultura BDSM sea sexista pues los roles son elegidos libre y efectivamente con independencia de los genitales, por lo que este tipo de violencia se manifiesta asignando los papeles a cada rol (Top/bottom) independientemente de su sexo y definiendo lo que se debe esperar de cada uno de ellos y cómo deben de comportarse, pensar, sentir, vivir…
Es claro que el maltrato y/o el abuso no es asunto de genitales o de roles (y me refiero en este caso a roles BDSM) y que cualquiera puede ser víctima de ellos, pues en realidad es tan sólo una cuestión de oportunidad del(la) matratador(a)/abusador(a): se sea hombre o mujer, se sea Top o bottom puedes ser igualmente víctima o verdugo.
Sin embargo hay un colectivo que es especialmente vulnerable, pues confluyen en él los dos tipos de violencia que hemos comentado: la violencia cultural y estructural de la sociedad general y sus equivalentes de la subcultura BDSM. Ambas se adicionan y multiplican sus efectos exponencialmente: se trata del colectivo formado por las sumisas.
Éste colectivo se ve constantemente bombardeado por los mensajes procendentes de la sociedad que le asignan su lugar en la sociedad como hembra-mujer, al tiempo que se refuerzan con los – repito, falsos- mensajes procendentes de nuestra subcultura acerca de cómo debe ser, pensar, actuar una “verdadera sumisa”.
Mitos literario-onanistas acerca de las cualidades de infalibilidad de unos roles preconcebidos, sobre como debe ser cada uno de ellos y muy especialmente los mitos en torno a la “esclavitud”, el “sufrimiento”, la “entrega verdadera” y la existencia de unas cualidades cuasi divinas del Dominante preasignadas por el simple hecho de declararse como tal pueden complicar aparentemente la identificación de las situaciones personales de abuso/maltrato y servir de excusa para perpetuarlo legitimándolo.
Pero en realidad, esto no es así. No existe tal complicación a la hora de identificar estas situaciones. Una situación de abuso/maltrato es muy fácil de identificar si se está dispuesto a aceptarla y reconocerla (lo cual es tal vez la parte más complicada de ello).
Por ejemplo, existen cuestionarios que nos pueden servir como guía identificativa. Son adaptaciones de cuestionarios desarrollados con el mismo fin para detectar estas situaciones en la sociedad común. Un ejemplo, lo tenemos en el publicado por la NCSF (National Coalition for Sexual Freedom) en USA, incuido en el artículo “In the aftermath” de Natalie Quintero y que traduzco/adapto a continuación:
Si el papel de un individuo es de Top/dominante o bottom /sumisx, podría estar sufriendo abuso si contestan que NO a cualquiera de las siguientes preguntas:
1. ¿Son sus necesidades y límites respetados?
2. ¿Está su relación basada en la honestidad, la confianza y el respeto?
3. ¿Eres capaz de expresar sentimientos de culpa o celos o infelicidad?
4. ¿Puede funcionar en la vida diaria?
5. ¿Puede negarse a realizar actividades ilegales?
6. ¿Puede insistir en prácticas sexuales sin riesgo?
7. ¿Puedes elegir interactuar libremente con otras personas fuera de su relación?
8. ¿Puede salir de la situación sin temor a ser perjudicadx, o por temor a que otro/s participante/s se dañen a sí mismos?
9. ¿Puede optar por ejercer su libre determinación en las decisiones de dinero, de empleo y de vida?
10. ¿Se siente libre para hablar de sus prácticas y sentimientos con alguien que usted elija?
Como dice, la simple respuesta negativa a una sola de estas preguntas (independientemente de rol y sexo) nos situarían en una posible situación de abuso. Lógicamente, a mayores respuestas negativas más nos alejamos del campo de lo probable y nos adentramos en el terreno de lo seguro.
Cuestionarios como éste o en su misma línea los he visto muchas veces criticados, evidenciados, negados y sobre todo “matizados” con la excusa de que el BDSM – concretamente y una vez más, su vertiente D/s- tiene una naturaleza que puede confundir. No es así. El abuso y el maltrato no tiene matices: lo son o no lo son. No son matizables, no son opinables. Si tienes que adentrarte en dar explicaciones “torticeras” y concluir con un “no lo entiendes por que no sientes el BDSM” es porque algo va mal: Probablemente seas tú quien no lo entiende realmente.
Para poder reconocer la situación de abuso/maltrato es necesario afrontar el tema de una forma sensata, entendiendo “sensato” como la facultad de discernir entre fantasía y realidad y actuar de acuerdo a ello. Sabiendo distinguir entre qué partes forman parte del juego acordado y qué partes no, así como los límites de cada una de esas partes, cual es el alcance de las mismas.
Concluyo con una advertencia: Este artículo no pretende ser una denuncia acerca de que el BDSM sea maltrato, sencillamente por que no lo es. Como practicante con años de experiencia sé positivamente que el BDSM dista mucho del maltrato y el abuso. Sin embargo, la subcultura BDSM está inmersa en la cultura de la sociedad general y por tanto no es inmune a sus males, entre ellos a la presencia de abuso y malos tratos. Los malos tratos y el abuso en el BDSM no constituyen el grueso de nuestras filas en las que predominan sobre todo las personas felizmente realizadas.
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