Corre el año 2006 en la caótica ciudad donde
vivo, y donde aprendí a bajar la cabeza y seguir arrastrándome por las
dolorosas, pero excitantes calles de la VÍA DOLOROSA del BDSM.
Tenía una enamorada una estudiante de abogacía,
la cual ejercía por propio derecho impuesto en la relación el papel de mi DIOSA
DOMINANTE letrada y culta, pero severa y ardiente en la intimidad sólo tuvimos
sexo una sola vez por casi 3 minutos puesto que me vine veloz, lo cual me valió
una tanda de nalgadas y apretones en los testículos, tenía especial fascinación
por peñiscarlos y apachurrarlos hasta dejarme inconsciente de dolor, también le
gustaba permanecer vestida en todos nuestros encuentros con su intachable traje
de oficina ejecutivo. Y solo me permitía hacerle sexo oral las veces que ella podría
resistir sus disonantes orgasmos, también le divertía sacarme desnudo fuera de
su departamento y después de varios minutos ir alcanzándome mi ropa de manera
incoherente hasta el punto de regresarme a mi casa sin un zapado o sin corbata,
ropa interior etc. También ejercía control en mi placer me obligaba a
masturbarme y a no llegar nunca a eyacular, en cierto modo me gustaba y
habíamos construido nuestra relación basado en esos roles, pero poco a poco
ella fue extendiendo su dominación y control hasta no poder controlarse y ahogarme
en el peso de su arrogancia y maltrato.
Recuerdo bien esa noche era el cumpleaños de
una de sus compañeras de trabajo, una reunión bien aburrida, con cena y
conversación por demás trivial y demasiada culta, extremadamente sofisticada para
mi capacidad comunicativa más bien simple y reactiva. Ella tenía una debilidad
el alcohol, cuando bebía mucho alcohol se descompensaba el estómago. Y esa
noche bebimos bastante licor, lo cual misteriosamente no generó los efectos
esperados en su organismo. Acabada la reunión se le borro la sonrisa y como
siempre empezó a increparme mi falta de cortesía y mi apatía frente a sus
amigos de trabajo.
A lo cual mi silencio y mirada al suelo hacía
que se encendiera en ella la harpía agridulce que me humillaba y maltrataba sin
piedad y hacía gemir de placer mi yo interno sumiso y servil. Después de casi
45 minutos de humillación y blasfemia arrogante y sarcástica. Me parecía raro
que no se detuviera, continuaba y agudizaba más el veneno de sus insultos y bravuconerías
verbales. Hasta que por fin la palabra que esperaba, “busca un taxi”, a lo cual
accedí presto y sin demora. Era un señor mayor alto y que cojeaba un poco de
una pierna, los primeros 5 minutos de trayecto el conductor quiso entablar una
especie de conversación con nosotros, a lo que yo accedí debido a la falta de
cortesía de mi enamorada al no prestar atención al chofer.
De lo que pudimos conversar supe que era un ex
militar retirado oficial de segunda, viudo con 2 hijas en el extranjero. Todo parecía
normal hasta que ella explotó otra vez, hacia mí seguía hablando humillándome como
si la atenta mirada del conductor la atizara a elevar más la ya caliente lengua
encendida de sus fauces hambrientas de humillación.
Luego hizo una abrupta pausa lo cual nos
inquietó tanto a mi como al conductor, acto seguido expulsó ferozmente un
líquido vomitivo lo cual acompañaba rabiosamente por gruñidos pasmados. Cuando al
fin se detuvo se dejó caer recostada hacia su lado de la ventana y cayó en un
profundo sueño. A lo cual el chofer aprovechó para frenar el vehículo e inspeccionar
rápidamente la situación, puesto que yo estaba helado y petrificado, sin saber qué
hacer.
Él se acercó a ella le palpo el cuello y le
tocó la frente me dijo que sería mejor que se limpiara y cambiara las ropas
mojadas puesto que no era conveniente llevarla así a su casa, a lo que asentí
sin saber a qué se refería en realidad. Luego indico que su casa estaba en
camino de la de ella y que podría usar su baño y algunas ropas de alguna de sus
hijas.
A lo que yo asentí nuevamente sin prestar
demasiada atención a sus palabras. Era una casa de un piso con un jardín de
cochera y rejas en la entrada, había varios árboles de plátanos en su jardín. Ambos
acordamos llevarla cargada a la casa. La recostamos en su sofá de su pequeña
sala y nuevamente esperé instrucciones.
Él me dijo sonriendo y en tono burlón tu novia
es una puta de mierda, ¿verdad varón? A lo que solo atiné a asentir nuevamente.
Y a lo que él acotó y tú eres un huevón de mierda, más cojudo no puedes ser. Pero
parece que te gusta ser así, por lo que está bien para ti supongo. Bueno a
limpiarla … después de decir eso, se acercó a ella y empezó a quitarle la ropa,
primero su vestido húmedo, ahí vimos como el alcohol había hecho que mojara sus
bragas, me miró y me dijo bueno quítaselo todo, a lo que asentí y procedí, le
quité su sostén dejando al descubierto sus pechos rosados y dulces, luego le
baje las bragas dejando al descubierto su arbusto mojado por la fría orina.
Luego él la cargó como una princesa y la llevó
al baño, me dijo no tengo tina, así que debes bañarte con ella sostenla en la
ducha. Quítate todo tú también me dijo, y lo hice sin dudarlo me sentí
observado por un ser más poderoso que yo que sabía manejar una situación así
con la frialdad de un ajedrecista. Él
reguló el agua caliente y me dijo q la trajera a la regadera, sostenla bien me
dijo y tomando jabón haciendo espuma, le lavó los senos, diligentemente, con
suavidad y delicadeza primero con una mano, luego con las dos hasta frotarlos
firmemente y dejarlos brillantes y lúcidos por el jabón. Luego tomó más jabón e
hizo más espuma me miró y sonrió, me dijo veo q te estas excitando señalando mi
pene erecto y acechante. Bueno a limpiarle el arbusto.
Mientras lo hacía se acercó a nosotros como una
sombra gigantesca y con una mano sobaba sin ritmo el dormido fruto de su cueva
cavernosa sedienta de placer. Luego con la otra mano me tomo mi miembro y lo
froto suavemente, pero con dureza para propinarme una paja formidable, ¡no la
sueltes! Me dijo y ella parecía contestarle con sus gemidos y gritos de placer,
luego ella despertó suavemente se voltio me vio y lo vio a él y su rostro que
ella tenía era diferente no había ni un ápice de maldad, solo ansias de placer,
sin decir palabra lo besó con ternura y fogosidad ahogándolo con su lengua y desliándose
ágilmente hasta ponerse de rodillas y recibir en su boca el miembro del
conductor, quien ahora con mi propio semen lubricaba mi ano hasta hacerse paso
con sus profundos y sinuosos dedos tan torcidos como es la vida.
Luego la tomo a ella y como quien se pone un
delantal la cargo y la penetró sin pausa ni libreto por todas las vías posibles
y rompiendo varias veces las barreras y límites de velocidad, hasta hacerla
llorar cual sirena de ambulancia, y así tal vez curar de emergencia nuestra marchita
relación, que a partir de esa noche floreció otra vez y dio hermosos frutos.