Arkadia {mi señor}
Preparo la mesa mientras tú haces la comida, nos metemos mano con cualquier excusa. Yo llevo un ligerísimo vestidito, corto y sencillo, y unas chanclas, nada más. Tú llevas un buen calentón encima y una sonrisa de oreja a oreja, vistes cómodo. Me ordenas sentarme y esperar, por el rabillo del ojo veo que conforme vas terminando de cocinar te tocas más frecuentemente la polla. “Mi señor tiene ganas” pienso y me siento en la gloria.
Dejas un plato de tortellini carbonara frente a mí. Vas a por el tuyo con la mano dentro del calzoncillo, lo dejas en tu sitio. En pie y a mi lado me miras fijamente mientras sacas tu verga inhiesta, te masturbas lentamente, “No dejes de mirarme, esclava”. Coges unos tortellinis con la mano y la llevas a mis tetas, están muy calientes y tengo un escalofrío, con tu mano aún llena acaricias mi cuello hasta que llegas a aplastar la comida en mi garganta dificultando mi respiración. Sigo mirándote fijamente, sabes que me gusta y sé que te encanta. Pones ahora en mi boca los tortellini destrozados, “Come, perra”, tengo que lamer tu palma para hacerlo.
Cuando estás complacido por tu mano limpia quieres que coja un puñado, “Frota tu coño con ellos”. Me sonrojo aunque te obedezco desafiante, sin dejar de mirarte ni un instante a los ojos, observas que cumplo con deseo de complacerte, con gusto y con descaro. “Cómeme, Arkadia, tienes hambre de tu dueño” me dices mientras metes tu polla en mi boca, te como la verga con ansia y deleite, sabes que voy a correrme pronto, pellizcas mi pezón todavía pringado, succiono más fuerte tu falo, me abofeteas cuando sabes que ya me estoy corriendo, lo haces fuerte y no paras hasta que mi orgasmo termina.
Sacas tu polla de mi boca, coges mi plato y vas al otro lado de la mesa, te pones frente a mí para que te vea con todo detalle, para ver a mi señor correrse en mi plato, para que mi señor vea lo atenta que observo, para que sientas mi placer en lo que haces. Te viertes en mi plato, no contento sólo con eso ordeñas tu pene hasta que no queda ni una gota de semen. Guardas tu miembro entre los calzoncillos y me retornas el plato.
“Tu plato, cariño” y me das un beso, comemos sonrientes.
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El Muro