El bocado
El ambiente era propicio, las luces tenues de la habitación, la ventana abierta que dejaba entrar una fresca briza veraniega que refrescaba su espalda humedecida por el sudor y la calentura de los azotes. El aire la envolvía y entraba suavemente por su boca que contenía sus palabras al borde de salir de la oscuridad de sus entrañas. Pero se contenía, era la orden, contener el aliento, el reproche, el gesto, la mirada. Una suave muñeca de rodillas, desnuda, y a merced. El otro cuerpo, sentado frente a ella la miraba satisfecho de lo que veía, satisfecho de lo que había hecho. Las miradas, siempre las miradas buscándose, hurgando entre sí, buscando el diálogo invisible, alguna certeza de pensamientos o deseos. No es fácil leerse entre sí, no es fácil percibir el deseo del otro y ambos lo saben.
El peso de su cuerpo sobre sus rodillas y el gato con su paso invisible parece una fantasma que cruza la habitación con serenidad y seguridad y de un salto se acomoda en las rodillas de su amo quien acaricia al felino y ordena: “Recita la oración que hice para ti”.
“... bajo la palabra
envuelta en ceniza
envuelta y abierta con todos los sentidos
sigo las órdenes
y entrego el sabor último del deseo
que enjuga mis labios
que recorre mi piel
que me humedece
y me lleva
a sus pies
bajo sus palabras
busco el camino a sus manos
a su voz
a su mirada
su mirada que envuelve
y que lleva como el río
el deseo que me recorre
entregada al placer
de servir… y servida de placer.”
“Has soportado bien todo, has cumplido las órdenes, no podría estar más dichoso, pero todavía no termino contigo…”
Acto seguido acomoda al gato a un costado y se pone de pie colocándose frente a ella, sentada, desnuda con pinzas en los pezones, una pinza en el clítoris, la espalda y el trasero con el escozor de los azotes. Sintiéndolo tan cerca, su primer reflejo es contraer un poco el cuerpo, quizá la coja de los cabellos, quizá se agache y le de un beso, quizá otros azotes, quizá todo y nada. Pretende mirarlo para adivinar en sus ojos qué viene, qué pasará pero prefiere no saber así que se agacha y mira al suelo esperando su reacción.
Siente su mano acercarse a ella, y como una caricia le levanta la cara con suavidad, ella le mira y él le ordena abrir la boca.
El viento fresco se cuela por la habitación y ella con la boca abierta se da cuenta que empiezan a vendarle los ojos dejándola en la oscuridad. Y a ciegas siente el viento con mayor nitidez sobre su cuerpo, siente el olor de la habitación, escucha movimientos y siente en su lengua el viento posarse y escurrirse en su boca saliva que cae. Siente los movimientos de su dueño y algo que se acerca a su boca. Claramente siente el olor de su miembro, acercarse, ese olor de piel recién descubierta, esa respiración de la piel que huele tan particular, que no tiene aromas artificiales, piel tal cual expuesta al viento que pasea por la habitación. Piensa si estará erguido o flácido, si entrará todo en su boca con suavidad o con fuerza, si le darán arcadas, pero mientras su mente se inunda de conjeturas, siente en su lengua algo suave, como una gota espesa que roza su lengua, que se posa como una gota de rocío pero es más densa, pegajosa y quiere cubrir su lengua con esa gota, quiere probarlo y se atreve a mover la lengua queriendo tocarlo todo, y cerrar la boca para contenerlo, dejarlo adentro, sentir su volumen, su dureza pero desaparece y queda la gota a medio camino entre su lengua y sus labios y el miembro de su dueño. La gota se deshace como un hilo y se va, se pierde en la oscuridad. Escucha otra vez.
¿Te dije que cerraras la boca?
No señor.
Entonces ábrela otra vez
Sí señor
Ni bien abrió la boca, sintió que entraba erguido y firme llenándola de sorpresa. Sentía en la lengua su textura, estaba caliente y la cabeza se hundía hasta su garganta, se percató entonces que todo este tiempo tenía los ojos cerrados, los abrió a pesar de que no vería nada, los abrió como queriendo abrir el cuerpo, queriendo ir más allá de los sentidos mientras la cabeza se colaba cerca de su garganta y respirar era un pensamiento que apareció instintivo, a trompicones sobre su mente y el miembro salió de su boca. Tomó una bocanada de aire profunda y otra vez entraba con más rapidez, quiso aprisionarlo con la lengua, cerrar un poco más la boca y volvió a salir dejándola con ese acto incompleto. Volvió a abrir la boca pero esta vez no volvió a entrar sino sintió que se acercaba lentamente, calculando y en su lengua, otra vez, la gotita. Esta vez con delicadeza movió la punta de la lengua, la dispuso para recibirla, para que se posara y así fue. Estaba casi toda la gotita en la punta de su lengua así que instintivamente metió la lengua y cerró los labios para saborearla, para sentir su textura. Estaba en eso cuando escuchó nuevamente, la orden. “Abre la boca”, demoró un poco porque sintió la gota entre su paladar y su lengua, pegajosa, quiso pasarla pero era escurridiza, era menuda y casi desaparecía. Nuevamente la orden con más fuerza. “Abre la boca”. la abrió toda y ni siquiera pudo sacar la lengua pues nuevamente entró su miembro con más fuerza, entraba y salía, una y otra vez. A veces ese movimiento se detenía dejando el miembro en su boca que estaba toda salivada. De tanto abrir la boca casi no sentía la quijada, estaba como adormecida, pero el miembro seguía su faena, por momentos entraba profundamente y sentía las sus manos cogerle la cabeza y su cadera penetrarla con fuerza. Sentía por momentos arcadas como una fuerza invisible de su vientre, una reacción impulsiva, un aliento poderoso, la fuerza de todo lo que entra y sale. El miembro y su boca penetrada, la fuerza de sus manos, el calor, el deseo, sus pezones y las pinzas, la oscuridad y respirar, ¿qué es eso?. Ya no era consciente de eso, sobre ella estaban otros instintos, y una humedad profunda en su vientre. No pudo contenerse y empezó a tocarse y sentirse mojada, salivada hasta que en un momento escucha el jadeo último, ese sonido profundamente animal que suelta su dueño y su boca se llena de ese líquido caliente que rápidamente se mezcla con su saliva haciéndose pegajoso, denso. Su miembro que sale casi de su boca chorrea de ese líquido en su lengua y ella atrapa la cabeza cerrando los labios, siente que lo atrapa, que lo tiene todo en la boca, lo tiene a él que deja ese último suspiro pero ella piensa perversamente. Y.. ¿si lo muerdo? ¿si le succiono hasta la última gota?. Piensa, se asusta, la oscuridad, joder, la oscuridad, quiero verlo todo. Finalmente, cede, abre un poco los labios y deja salir la cabeza que se queda cerca, lo siente, saca la lengua y siente en la puntita todavía unas gotas que recoge, que besa, que se relame en sus labios.
Pásatelo todo
Y sin poder responder por tener la boca llena, sin pensarlo siquiera, todo adentro. Lo siente por su garganta, es saliva, es su líquido, es lo que él le entrega. Mientras saborea esas sensaciones otra vez, la cabeza y parte del miembro empezando a quedar flácido vuelve a entrar en su boca. Ella lo besa, lo relame, lo deja posarse en su lengua y siente algo de ternura y mucha satisfacción.
Así me gustas juguetito… así de rodillas con tu bocado.
D.