Hay cosas que debemos tratar, si bien es cierto no todos los que intregan este oscuro mundillo llamado BDSM son acosadores, vamos a encontrarnos con personas que si lo son y qué disfrutan ese papel. La idea de este artículo es encender las alarmas y aprender a reconocerlos para librarnos de aquellos que tienen está figura.
Cabe señalar que es una serie que aún no sé cuántos artículos tomará pero iremos exponiendo casos de personas que lo han vivido y que a través de sus experiencias podamos aprender para mantenernos a resguardo.
1 ¿Qué es un acosador?
Antes de entrar en este apartado, debemos dejar claro que cualquiera puede ser maltratado o maltratador, si se dan las circunstancias adecuadas. No son las personas perturbadas las que ejercen mayoritariamente la violencia, sino gente bien normal. Sin embargo, existe una figura que por sus características de personalidad es particularmente dañina y destructiva en cualquiera de los entornos sociales que frecuenta, ya sea en el círculo de amigos, en el trabajo o en la pareja. Todos en algún momento de nuestra vida, hemos conocido alguien así, es ese matón de instituto que pide el dinero del bocadillo, es el jefe que ejerce demandas imposibles a sus empleados, es el amigo que entiende la amistad como una forma de servidumbre. Son particularmente atraídos hacia ciertas profesiones donde se ejerce la autoridad: policía, abogado, médico, o simplemente encargado de alguna empresa, y siento decirlo ven en el BDSM un paraíso personal, ya que confunden la dominación con el despotismo. Son individuos particularmente peligrosos y por ello les dedicamos un apartado completo. No tienen un género definido, son hombres y mujeres por igual, aunque sí hay diferencias en cuanto sexos en la forma de comportarse. Son acosadores, o para usar un término más técnico: “psicópatas socialmente integrados”. Quizá nunca cometan un crimen legalmente punible, pero rozan los límites de las normas sociales no escritas. Yo les llamo “encantadores de serpientes”, porque son hábiles en atraer hacia ellos todas miradas, pero llevan dentro un veneno letal.
El acosador prototípico es egoísta y egocéntrico, tiene graves problemas para sentir empatía. (He mencionado anteriormente la palabra empatía, pero no he explicado su significado. Sería la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir las emociones que otras personas experimentan en un determinado momento). Su autoestima es narcisista, tienen una falsa imagen de sí mismos como personas superiores a los demás, pero detrás de esa fachada, se ocultan graves carencias emocionales. Para mantener su ego inflado, necesitan la admiración de los otros y la consiguen gracias a que son socialmente muy hábiles y brillantes, apareciendo como personas encantadoras, simpáticas y divertidas. Estas personas necesitan sentirse poderosos para mantener la fachada de superioridad y para conseguirlo destruyen a los que caen bajo su encanto. Son incapaces de establecer una relación de pareja sana y madura y son personas muy inseguras y dependientes. Alternan periodos de gran actividad y dinamismo eufórico con otros de depresión y autocompasión sin límites y son propensos al abuso del alcohol y otras substancias.
El acosador, es más habitualmente atraído por un rol dominante, que le otorga ese áurea de poder que necesita, pero también puede ejercer de sumiso sin que cambien en lo esencial las tácticas que utiliza.
Es muy difícil descubrir a un acosador sin conocerle bien, porque su pose bien estudiada y su habilidad para ganarse la simpatía de los demás, les hace aparecer como la pareja perfecta. Es precisamente ese juego de parecer maravillosos cara a la galería, el que deja a la víctima (en este caso sí hablaremos de víctima) más indefensa.
El Muro