Me encanta esa dualidad. La del angelito que nunca ha roto un plato, del “yo no he sido”, del “no es mi culpa”, de la dulzura, del “hoy quiero ser buena” y “hoy voy a cumplir” y el cómo esas alas de ángel, se pueden transformar en rabo de diablita en unos pocos instantes; ella puede pasar a pedir guerra, a provocar, a buscar los limites, jugando a pasarlos sin que te des cuenta o haciendo lo posible para que lo notes.
Es sumisa en algunos momentos y rebelde y salvaje en otros, realmente te desconcierta a veces, sobre todo cuando el juego es tensar la cuerda al límite, pero sin dejar que se rompa, definitivamente ese es un juego arriesgado que se puede prolongar en el tiempo. Te dicen sin decirlo, estoy harta de ser responsable, quiero jugar a no serlo y tú vas a ser el que imponga la calma de nuevo, ¿aceptas?.
Esa capacidad de pasar de ángel a demonio en un instante es, quizás, lo que hizo, que llamara de forma cariñosa a alguien muy especial para mí “Campanita”, pero, ¿porqué campanita? Bueno, “Campanita” la de Disney es la eterna adolescente, exactamente igual que todas las spankees, ellas llevan dentro suyo una muy traviesa e impetuosa adolescente. Campanita es la compañera de Peter Pan, pero acaba traicionándolo por razón de sus celos, en cierto modo las spankees también lo son, son ese angelito que termina siendo traicionado por el diablo justo después de haber aceptando normas que saben que nunca van a cumplir.
El Muro