"¡Ay Señora! ¡Cómo me está costando escribir acerca de nuestro encuentro de anoche! No me mal entienda mi Diosa esplendorosa, como siempre ha sido una experiencia religiosa para mí, pero del modo que fui educado hablar de las lágrimas derramadas y de lo bien que me hizo, me hacen sentir que he fallado como el hombre que se supone debo ser.
Sé que está leyendo y se está enojando porque no admite que piense que cualquier acto de sumisión pueda alejarme de ser un Hombre con todas las letras, pero mi padre era de una generación que pensaba que las lágrimas son señal de debilidad y así me educó.
Todo fue tan intenso, sentí que abría mi pecho y hurgaba en mi corazón, sentí que tocaba algo muy dentro y dejaba su huella también allí como repetidamente lo ha hecho en mi cuerpo y en mi cabeza, está vez fue más allá y yo que me vanaglorio de mi grandilocuente lenguaje, no encuentro las palabras correctas para hacerle saber la magnificencia de lo que ha logrando conmigo.
Señora Mía, sí con mayúscula, solo puedo decirle que una vez más confirmo y reafirmo que mi lugar en el mundo está a sus pies."
JPR
El Muro